domingo, 27 de junio de 2010

Pecera


Sólo para contextualizar:

Estoy de vacaciones en una ciudad que me prometió, me embaucó, me enamoró, me ilusionó, me dió lecciones de vida, retroalimentación, terapia, borracheras, mil sonrisas, carcajadas de panza adolorida, impresiones, expresiones, inspiraciones, viajes... introdujo personajes pintorescos en mi rutina, hizo salir de escena a muchos individuos (pero también individuas), me desilusionó y finalmente se hizo detestable.
Desde que salí de aquí no he dejado de venir cada año, aunque sea unos días. Al principio fué difícil; añoraba regresar como el niño que ansía que vuelva a ser invierno y llegue la navidad.

Todo ha cambiado mucho desde entonces. Demasiado para resumirlo en un post. Pero ahora me siento contenta aquí. No eufórica, ilusionada y con sonrisa colgate esperando una aventura nueva cada día, como solía. 
Hoy es domingo; de ayer no me quiero acordar, y pretendo cortejar al mañana con flores y serenata con mariachi.
Me hospedo en un cuarto que pertenece a una casa muy concurrida en pleno centro, que tiene unas escaleras mortales de arquitectura proletaria y 200 escalones que se yerguen entre los humanos y la puerta principal. A tres metros de mí hay una ventana que posee una vista genial, que irónicamente he contemplado TANTAS veces que ya no me provoca suspiros.
La copa mundial todavía no acaba y México ha sido descalificado después de un juego contra Argentina. Lo sé porque escuchaba los gritos de los aficionados enagenados, y las actualizaciones en tiempo real de mis contactos en Facebook. 
Hay mucho silencio allá afuera ahora. Hoy no quiero caminar para crear tomas secuencias mentales mientras escucho el soundtrack con mis audífonos. Tampoco quiero sentarme en una banquita a comer un helado, leer un libro o hacer borradores de guiones (en aire o en papel) mientras veo gente aburrida haciendo cosas aburridas al mismo tiempo que las invento interesantes. Hoy pienso en cerveza y siento náuseas, y tengo tanta sed que pensar en vino tinto me seca la boca.

La casa ha estado sola todo el día, he estado sola todo el día y no me ha molestado en absoluto, y a diferencia de los últimos 11 meses, hoy me encontré y me saludé con mucho gusto, ternura y cariño; me había extrañado, porque a la tipa que estuve viendo en el espejo durante este tiempo no la quiero volver a ver ni en pesadillas.
Y tengo una lista interminable de cosas que leer, escuchar, aprender, escribir, crear, pensar, tirar, transformar... y eso me entusiasma.
La ciudad puede esperar; no quedan muchos personajes en escena y los que están seguirán ahí mañana. El café, el helado, el vino, las cervezas... no se acabarán. Porque hoy me encontré a una buena amiga que hace tiempo no veía... hoy no estoy pa' nadie más.

De fondo y con un título más que apropiado:




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